Hemos comido una resplandeciente bandeja de ostras sobre una cuna de hielo picado. El vino era blanco, frío y afrutado. Nuestras papilas ha disfrutado con el sabor a limón y mar. Y nuestros sentidos se han enervado tras dos copas generosas de blanquillo que nos hemos abrochado entre pecho y espalda.
Dios mío, que fácil es estar en el cielo!.
El camarero ha acercado la bandeja de los frutos del mar con actitud solemne. Ha procedido igual con el vino: ha traído un recipiente con hielo y agua, y ha introducido la botella lentamente, procurando que el vidrio golpease con los cubitos produciendo ese clic, clic, augurio de próximos placeres. Lo ha cubierto con un paño y se ha retirado a un lateral observándonos con sonrisa cómplice. Pienso que, a lo mejor, es el mismísimo diablo que ha venido a tentarnos.
Lo dicho: qué fácil es estar en el cielo!!!.
Dios mío, que fácil es estar en el cielo!.
El camarero ha acercado la bandeja de los frutos del mar con actitud solemne. Ha procedido igual con el vino: ha traído un recipiente con hielo y agua, y ha introducido la botella lentamente, procurando que el vidrio golpease con los cubitos produciendo ese clic, clic, augurio de próximos placeres. Lo ha cubierto con un paño y se ha retirado a un lateral observándonos con sonrisa cómplice. Pienso que, a lo mejor, es el mismísimo diablo que ha venido a tentarnos.
Lo dicho: qué fácil es estar en el cielo!!!.
(Certamen Internacional de literatura hiperbreve "Rioja y los cinco sentidos").
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