Acaricia sin parar. Tiene al gato suspendido en el regazo y no deja de atusarle el lomo. La anciana está sentada en la escalerilla de la entrada. La calle es blanca y desierta, y el sol golpea seco. La anciana está surcada de años grabados en la cara a fuego y trabajo. El gato se deja hacer. La mano nervuda peina sin parar con dedos encrespados.
Parece que quisiera agarrarse a la vida del gato bajo el sol de la calle blanca.
(Primer concurso de microrelato "La nave fue y volvió").
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