sábado, 16 de octubre de 2010

La Pirámide de Maslow

         En la sociedad en la que vivimos, los miembros que la formamos, ya no somos depredadores en el sentido original de la palabra. Nos dedicamos a fichar cada día en nuestro trabajo, y eso nos permite ir de vez en cuando a la tienda y hacer acopio de alimentos con los que alimentarnos los días venideros.
         Luego, ya con la tripita llena, nos permitimos alternar con nuestros amigos, en alguna que otra comida de fin de semana, y organizar escapadas cool a París o al balneario de Arnedillo.
         Así pues Marlow opinaría que ya tenemos conseguidos los dos o tres primeros estadios de su pirámide. A partir de ahora nos quedaría prosperar; hacer para nosotros mismos o para nuestra sociedad, ese algo extra que nos distinga como individuos especiales y pensantes.
         Ocurre, sin embargo, que hay ahora mismo en España mas de cuatro millones de personas que no pueden marcar su ficha por las mañanas. Desde luego para esa gente el afianzamiento de los dos primeros estadios de la pirámide está mas que en entredicho.
         Debiéramos optar por ser una sociedad en la que todos los individuos estén, como poco, a media altura de la pirámide, porque así la propia sociedad también lo estaría. Por el contrario, la cifra de esos cuatro millones y pico de parados invita a pensar que la propia sociedad en su conjunto está en decadencia, y por tal, se tambalea en el primer piso de la pirámide.
         Difícilmente nuestros jóvenes podrán soñar con un mundo mejor, mas sano y mas culto, en el que el aprendizaje de las ciencias y las letras sea su meta, si tienen claro que ni sus propias necesidades fisiológicas las tienen cubiertas  por sus propios medios.
         Deberemos reflexionar profundamente sobre este problema, y tratar de cambiar las cosas desde la base, desde la propia área de responsabilidad de cada uno.
         Claro que bien pensado, los adolescentes, por su propio estatus de adolescente, ya piensan así desde el principio del mundo. Tal vez la solución sea tan sencilla como dejarles hacer, porque está claro que nosotros no hemos sabido.
         

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