lunes, 25 de octubre de 2010

El miliciano

            El miliciano golpeó la puerta de la vivienda con saña haciendo saber a los del interior que estaba allí, que estaba enfadado, y que no admitía demoras en ser atendido. Golpeó con furia repetida con la culata del fusil hasta que la puerta fue abierta por el cabeza de familia. El miliciano se abalanzó sobre él asiéndole la pechera con una mano y zarandeándolo de tal modo que el desconcertado morador, con una expresión de pánico instalada en el rostro que lo resumía todo, se vino al suelo con tan mala fortuna que se golpeó la frente contra el quicio de la puerta haciéndose una brecha por la que comenzó a botarle sangre abundantemente.
        El asaltante, lejos de amilanarse, la emprendió a patadas con el infortunado, y lo sacó de la casa a golpes fusil.  Unos minutos mas tarde estaba frente a la pared que delimitaba el huerto de su propiedad con la de un vecino, y, sin terciar palabra, el miliciano montó el arma, se la echó a la cara y le descerrajó un tiro en la cabeza que convirtió al pobre hombre en cadáver.
Foto de Robert Capa. 1936

             
Hoy, setenta años después, un grupo de personas se afana con azadillas y cepillos en el interior de una zanja abierta por ellos mismos. Limpian con esmero algunos restos óseos que se muestran entre la tierra seca. Junto a ellos, en un nivel superior, tras unas vallas que delimitan la zona de trabajo, hay media docena de ancianos que miran con curiosidad las labores en el agujero; alguno se sabe descendiente de los restos recién desenterrados; y sospecha que entre los que miran, los hay que son del verdugo.
Por fin la guerra se está terminando.






3 comentarios:

  1. Gracias por su comentario tan bonito y seguirme, no lo sabía, y veo mi blog, en el margen derecho.

    No puedo leerle y comentarle, estoy enferma.

    Le sigo soy un bloc de notas y una pluma estilográfica.

    Le reitero mi gratitud.

    Maite

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  2. Estoy devolviendo poquito a poco los comentarios de mi última entrada, no puedo escribir nada nuevo por enfermedad, lo digo en mi última entrada, ni tan siquiera leeros.

    Un fuerte abrazo

    Maite

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  3. Hola María Teresa.
    No debes preocuparte por nada que no sea tu salud. Te estaremos esperando. Un abrazo.

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