EL BLOG DE ELTXE
MI CAJÓN DE SASTRE, DESASTRE.
sábado, 20 de marzo de 2021
ES LA PRIMAVERA!!!
jueves, 18 de marzo de 2021
YO SOY ARYA
Esta soy yo, Arya.
Arya era la verdadera superviviente en la serie Juego de Tronos, igual que yo. Por eso mis humanos me pusieron ese nombre.
Ahora paso el día jugando, comiendo y descansando.
Aunque de vez en cuando no me queda otra que
atender alguna que otra llamada telefónica (no hay que perder las relaciones sociales), pero me resultan realmente soporíferas y en ocasiones pueden conmigo.
jueves, 7 de febrero de 2013
En 1972, Joan Manuel Serrat había publicado hacía 3 años "Dedicado a Antonio Machado", conocí a mi poeta andaluz.
Y desde entonces me ha acompañado, con mas o menos intensidad, a lo largo de mi vida.
Coincide que ahora mi hija comienza las primeras lecturas de su poesía; y coincide también que este mes de febrero es el aniversario de su fallecimiento allá por 1939, en su exilio en Colliure (Francia).
Así pues, el próximo día 22 recordaremos su...
...Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca a de tornar,
me encontrareis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
RETRATO
Y desde entonces me ha acompañado, con mas o menos intensidad, a lo largo de mi vida.
Coincide que ahora mi hija comienza las primeras lecturas de su poesía; y coincide también que este mes de febrero es el aniversario de su fallecimiento allá por 1939, en su exilio en Colliure (Francia).
Así pues, el próximo día 22 recordaremos su...
...Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca a de tornar,
me encontrareis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
RETRATO
viernes, 25 de enero de 2013
Isla Mainau. Lago Constanza
La isla Mainau está
situada en la orilla alemana del lago Constanza (Bodensee). Este formidable
lago centro europeo sirve de frontera entre Alemania, Suiza y Austria, y por lo
que pudimos comprobar en nuestra visita, es un destino vacacional de primer orden
en esa parte de Europa.
A la isla Mainau se
accede desde tierra por un estrecho brazo de tierra, no sé si natural o fruto
de la mano del hombre.
Solo un consejo: si no
te gusta la jardinería, y por extensión todo lo relacionado con las flores,
plantas y árboles, es mejor que emplees el día en otros menesteres. Ahora bien,
si estás interesado, entonces debes ir; no saldrás decepcionado.
Dejo aquí el link de un
pequeño video que puedes ver para hacerte una ligera idea de qué es aquello.
jueves, 24 de enero de 2013
El insólito peregrinaje de Harold Free
Harold es un jubilado que vive en el sur de Inglaterra junto a su esposa. Un buen día recibe la carta de una amiga, a la que no veía hace años, y compañera de trabajo de la fábrica de cerveza de la que se jubiló. Harold queda impresionado por las noticias que recibe, y toma, sin quererlo, una decisión que cambiará su vida.
Lo que en origen parece una historia sencilla y sin mas complicaciones, se va desgranando a medida que avanzamos en la novela, en una historia profunda y rica en matices, mostrándonos la complejidad del ser humano, y cómo día a día hemos de arrastrar las cargas que la vida nos ha colocado sobre nuestras espaldas, y que en ocasiones no hemos sabido gestionar correctamente.
Rachel Joyce nació en Inglaterra en 1962. Ex actriz, guionista, y ahora escritora.
Publicado por Editorial Salamandra.
No os lo podéis perder.
Lo que en origen parece una historia sencilla y sin mas complicaciones, se va desgranando a medida que avanzamos en la novela, en una historia profunda y rica en matices, mostrándonos la complejidad del ser humano, y cómo día a día hemos de arrastrar las cargas que la vida nos ha colocado sobre nuestras espaldas, y que en ocasiones no hemos sabido gestionar correctamente.
Rachel Joyce nació en Inglaterra en 1962. Ex actriz, guionista, y ahora escritora.
Publicado por Editorial Salamandra.
No os lo podéis perder.
domingo, 18 de diciembre de 2011
Felicidades
Me ha parecido que mis deseos en el lateral del blog se quedan un poco escasos, así que (realmente así lo siento) os deseos unas buenas fiestas: tranquilas y estables, y sin grande sobresaltos. Merece la pena.
Sed buenos, y sed felices.
Sed buenos, y sed felices.
Felicidades
Me ha parecido que mi tuit en el lateral se queda un poco escaso, así que, como realmente así lo siento, os deseos unas buenas fiestas
martes, 15 de noviembre de 2011
El 21 de Noviembre de 2011
El próximo día 21 de Noviembre no se hagan ilusiones porqué nada va a cambiar en esta tormenta que abate a Europa, y por ende a España, por lo menos a mejor. Y lo digo, a pesar de no tener nociones de economía, porque la crisis de los cinco millones de parados, no la han creado los señores Rajoy y Rubalcaba; por lo menos si nos atenemos a la responsabilidad directa. ¿Se acuerdan de aquel ya lejano caso de la quiebra de la firma yanki Lehman Brother, y de los famoso créditos subprime?. Pues sí, aquellos fueros los que la liaron parda.
A lo que iba, nada va a cambiar. Pero no porque sean estos políticos y sus respectivos partidos los responsables o no de toda esta mierda, si no porque no tienen ninguno de ambos dos altura ni capacidad política para enfrentarse a tan magno problema.
Es intolerable que en el famoso debate televisado el otro día no se hiciera ni una sola mención al movimiento 15M, cuando, desde mi modesta opinión, es el único sector social desde el que se percibe un poco de viento fresco.
A lo único que se van a dedicar nuestros políticos es a reir las gracias, una vez más, a los poderes económicos.
Yo, por mi parte, mientras siga escuchando en los medios de comunicación que la mejor forma de luchar contra el paro es abaratando los despidos, y siga viendo que mis representantes políticos no saltan inmediatamente de sus sillones para cerrar la boca, metafóricamente hablando, a quien las pronuncia, lo único que me quedará por hacer es agarrarme las tripas, a ver si consigo que no se me revuelvan mas de lo que ya están.
De todos modos, el domingo iré a votar. Es lo que hay...
sábado, 12 de noviembre de 2011
Este verano en París...
Fue echarnos la mochila al hombro, montarnos en la furgo, y en menos que canta un gallo estábamos cómodamente instalados en un camping de Dourdan; a un paseo en RER del centro. |
A pesar de no ser los mejores días para visitar la ciudad (ese fin de semana terminaba el Tour, y todo estaba atestado de gente) resultó fácil dejarnos seducir por su ambiente. |
Desde la Gare de Austerlitz a la Place du Tertre, en el Sacre Coeur, y del centro Pompidou a Les Halles todo fue concienzudamente pateado y saboreado. |
Terraza interior de Les Halles. Para guarecernos de la lluvia, qué mejor que dar una vuelta por un centro comercial de dos siglos de antiguedad. |
En frente al centro Pompidou me hice con un libro de fotografías de París de principios del siglo XX que en otro momento os mostraré. |
El regreso a casa siempre es algo penoso. Las piernas nos recuerdan el exceso realizado, pero el corazón aun nos obliga dibujar una sonrisa de complacencia. |
Alrededores de la Gare de Auzterlitz |
sábado, 5 de noviembre de 2011
viernes, 4 de noviembre de 2011
Valle de Hecho
Acostumbramos a acercarnos por estos parajes del Pirineo de cuando en cuando. Os invito a disfrutar de él. En estos días otoñales el entorno resulta espectacular.
martes, 25 de octubre de 2011
Siempre París
Llega un momento en el que ir a París deja de ser una mera escapada turística de fin de semana, para convertirse en un acto de relajación y paz.
El viaje diario en RER desde Durdan no era un peaje que debíamos de pagar por acceder a la ciudad de la luz; era el acto previo de un paseo sublime por la ciudad, probablemente, mas bonita que conozco.
El viaje diario en RER desde Durdan no era un peaje que debíamos de pagar por acceder a la ciudad de la luz; era el acto previo de un paseo sublime por la ciudad, probablemente, mas bonita que conozco.
sábado, 21 de mayo de 2011
Huerto y flores.
El tiempo comienza a ser cálido. Las noches son frescas, y durante el día la temperatura invita a sentarse a comer en el jardín. Tenemos un pequeño huerto en el que comienzan a desarrollar algunas plantas de tomate, lechugas, acelgas, pepinos y fresas. Siempre con la maravillosa compañía por estas fechas, de muchas flores.
Mila tiene hasta cuatro tipos de rosas con colores diferentes. |
Tenemos unas plantas de tomate que ya comienzan a florecer. |
Hemos puesto una docena de lechuga del tipo romana. Ahora pondremos otra docena rizada morada. |
Más rosas de Mila. |
En dos macetas rectangulares ha plantado Mila una fresas y grosellas. Y ya comienzan a dar algún fruto. |
Esta es una planta de pepino. La invitaremos a enredarse por la pared, y nos dará pepinos a la altura de los ojos. |
Esta es, según me ha explicado Mila, un geranio "gitanilla". |
jueves, 19 de mayo de 2011
Madrid
Darse un paseo por Madrid, siempre es una grata experiencia. Una semana ha dado mucho de sí: el Reina Sofía, Museo Thyssen Bornemisza, el Prado, Jardín Botánico, y sobre todo callejear, tratar de confundirnos entre una muchedumbre políglota y cosmopolita que acostumbra a pulular por las grandes ciudades. Sí, debemos repetir. Por cierto, asistimos a la representación de Los Miserables, en Gran Vía. Impagable.
Plaza de Isabel II, junto al Teatro Real |
Plaza Mayor |
Vamos de museos ... |
Edificio de Telefónica, en la Gran Vía. |
domingo, 1 de mayo de 2011
Me gusta y no me gusta
No me gusta cuando entras a una tienda grande de las que venden de todo con la música a todo volumen y ni siquiera puedes oír a la cajera.
No me gusta cuando un profesor nos manda muchos deberes, después tienes que estar toda la semana haciéndolos y no tienes mucho tiempo para hacer otras cosas, cosa que no entiendo porque cinco días a la semana solemos ir a la escuela y los otros dos se supone que son para descansar.
No me gusta cuando el sol me da en toda la cara. Cuando te quemas en la playa.
Me pone de los nervios cuando mi madre me grita para recoger mi habitación. Ya soy bastante mayor para recogerla mas tarde.
Odio cuando un grupo grande de gente se te viene encima como toros en San Fermín.
Y también odio ese asqueroso olor de las setas y los champiñones.
No me gusta cuando una supuesta amiga te intenta manipular, y si no le haces caso se pone a llorar.
También odio cuando estoy tocando el instrumento y no me sale ni una dichosa nota de la partitura.
Me gusta cuando te quedas en casa a gusto un día gris y lluvioso.
Me gusta las risotadas que se pega Maddi en los recreos que suelen hacer que nos volvamos todo el grupo loco.
Me gusta que Uxue me diga es "no me hables" y a los cinco segundos esté hablando sobre el buen día que hace.
Me gusta la gente en Navidad. El color tan blanco de la nieve, y sonrisas en todas las caras.
Me gusta cuando la familia me viene a visitar y cuando una amiga me da un beso, un abrazo, o se preocupa cómo estoy.
Me gusta ponerme los cascos y escuchar mi música. Imaginarme cosas que nunca ocurrirán.
Me gusta cuando alguien me hace sonreír y me hace sentirme mas feliz.
Me gusta cuando toda la familia está comiendo junta.Y da igual lo que comamos, todo nos sabe bien.
Julia Ch.
No me gusta cuando un profesor nos manda muchos deberes, después tienes que estar toda la semana haciéndolos y no tienes mucho tiempo para hacer otras cosas, cosa que no entiendo porque cinco días a la semana solemos ir a la escuela y los otros dos se supone que son para descansar.
No me gusta cuando el sol me da en toda la cara. Cuando te quemas en la playa.
Me pone de los nervios cuando mi madre me grita para recoger mi habitación. Ya soy bastante mayor para recogerla mas tarde.
Odio cuando un grupo grande de gente se te viene encima como toros en San Fermín.
Y también odio ese asqueroso olor de las setas y los champiñones.
No me gusta cuando una supuesta amiga te intenta manipular, y si no le haces caso se pone a llorar.
También odio cuando estoy tocando el instrumento y no me sale ni una dichosa nota de la partitura.
Me gusta cuando te quedas en casa a gusto un día gris y lluvioso.
Me gusta las risotadas que se pega Maddi en los recreos que suelen hacer que nos volvamos todo el grupo loco.
Me gusta que Uxue me diga es "no me hables" y a los cinco segundos esté hablando sobre el buen día que hace.
Me gusta la gente en Navidad. El color tan blanco de la nieve, y sonrisas en todas las caras.
Me gusta cuando la familia me viene a visitar y cuando una amiga me da un beso, un abrazo, o se preocupa cómo estoy.
Me gusta ponerme los cascos y escuchar mi música. Imaginarme cosas que nunca ocurrirán.
Me gusta cuando alguien me hace sonreír y me hace sentirme mas feliz.
Me gusta cuando toda la familia está comiendo junta.Y da igual lo que comamos, todo nos sabe bien.
Julia Ch.
viernes, 8 de abril de 2011
Doña Primavera
Tras el largo invierno, vuelve a llegar la luz.
Permitidme que os regale esta rimas de Gabriela Mistral para celebrar el final del averno.
Doña Primavera
viste que es primor,
viste en limonero
y en naranjo en flor.
.....
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas.
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño
y de exultación.
Permitidme que os regale esta rimas de Gabriela Mistral para celebrar el final del averno.
Doña Primavera
viste que es primor,
viste en limonero
y en naranjo en flor.
.....
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas.
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño
y de exultación.
viernes, 17 de diciembre de 2010
La Eternidad
Estaba en una ocasión un joven ensimismado en los profundos enigmas metafísicos producidos por la incomprensión de conceptos tan abstractos como el infinito o la eternidad.
Así pues, en cuanto tuvo ocasión puso en conocimiento de su tutor las dudas que le rondaban, y le inquirió por la duración de la eternidad.
Su tutor, meditó un buen rato, y le contestó de la siguiente forma:
Imagínate una esfera de acero, maciza, como el planeta Tierra de grande, vagando por el universo. Imagínate ahora que viene un gorrioncillo, y al pasar junto a él le roza con su ala. El gorrión vuelve una vez cada millón de años.
Pues bien, cuando la gran esfera haya desaparecido fruto del rozamiento del ala del gorrión contra su superficie, no habrá pasado mas que un segundo de la Eternidad.
sábado, 27 de noviembre de 2010
Minas de Arditurri
En las misma base de las Peñas de Aya están situadas las Minas de Arditurri. Pertenecen al municipio de Oiartzun, y provienen de los romanos, que ya las explotaban para conseguir el mineral de hierro que necesitaba.
El domingo, un grupo amigos nos pasamos por allí, a pesar de las rachas de lluvia con que nos obsequió el tiempo, y las estuvimos visitando por espacio de hora y media.
El espectáculo es magnífico: grandes pasillos, tolvas y oquedades que invitan a maravillarse con el espectáculo que se nos ofrecía.
Rematamos el día en un albergue cercano, deleitándonos con unas deliciosas alubias con todos sus "sacramentos" (costilla, morcilla, chorizo y berza).
Debo decir, que la culpa de lo ocurrido durante todo el día, la tuvo Garbiñe, por lo que la felicito enórmemente.
domingo, 14 de noviembre de 2010
Narbonne
La primera parada, permitidme que la hagamos en el Mediterráneo. Esto es Gruissan. La belleza natural de esta comarca es increíble. Está a unos veinte kilómetros de Narbonne.
Ayuntamiento de Narbonne, situado en el Palacio Episcopal. En la plaza se conserva un resto de la antigua calzada romana que unía la ciudad con Italia, bordeando el mediterráneo. La Vía Domitia (fotografía inferior).
En esta parte de la costa nace el Canal du Midi, que nos transportará por sus calmadas aguas hasta Toulousse, a 240 kilómetros al oeste.
Cristalera principal del mercado de abastos de Narbonne.
sábado, 13 de noviembre de 2010
Un paseo por Nuremberg
Fue un único día, lluviosos y denso. Pero darnos un paseo por Nuremberg fue retrotraernos muchos, muchos años a la Alemania mas profunda. Nuremberg es la cuna de Albert Durero. Mereció la pena. Os invito a que nos acompañeis en nuestro paseo.
viernes, 5 de noviembre de 2010
Un gorrión en el quicio de la ventana
La lluvia decae, pero las casonas continúan soltando agua calle abajo perfilándose como una sola. Son construcciones antiguas. Piedras gastadas que a fuerza de escurrir tormentas se han ido redondeando y perdiendo hasta el cemento que las une, asemejándose a edificios extraños sostenidos en el aire porque sí, por encanto, sin otra lógica que su vejez.
Son ocho o diez los techos que conforman el puebluco, apiñados a mas no poder. Cuando llueve, se diría que solo se moja una casa, la del centro, que por ser la mas grande cuenta con los mayores paredones y los mas alados tejados. Y las de las orillas, cobijadas sus piedras bajo piedras mayores, soportan con beatitud y nobleza los avatares del tiempo y de la tormenta, criando algo de verdín en invierno, y algunas camadas de gorriones y vencejos rayando allá la primavera.
Bajo el pueblo corre el río pegadito a él. Tan solo escasos metros separa sus orillas con la cuadra mas cercana. Es un río de cantos gruesos y homogéneos. Con las orillas cubiertas de helechos y argomas, que caen con violencia sobre su superficie haciéndola ralladuras, en silencio y sin dolor sobre el agua.
Dibujan un arco las aguas librando el bosque, y miran de doblar tras la última tapia y la última huerta para proseguir serenas dejando tras de sí un meandro tosco e indefinido que apenas se deja sentir en el ritmo monótono y arrullador que lo define.
La noche llega tal cual. No es amenazadora, ni interrumpe nada. Se difuminan las líneas, y el pueblo queda emborronado. La persistente cortinilla de agua que ha azotado todo el día desaparece y se hace invisible, pero sigue ahí. El reguero de la calle baja rebosante desde la parte alta; se le siente a través de la puerta. Dentro hay luz. He encendido la lamparilla eléctrica que cuelga en medio de la cocina y su parpadeo nos envuelve en esa enorme placidez que ya conoces. En el hogar, la poca lumbre que se mantiene viva está calentando la cena.
Me recuesto y miro la luz, distraída, somnolienta; él está subido en la trébede y parece que dormita, pero yo sé que es una excusa para no mirarme, para no hablar. Hablar, como en las curas de las heridas, duele y hace sangrar en ocasiones. Pero ya ni tan siquiera sé si su mal se cura hablando; ni si se cura.
Recogiendo un poco de heno ha sido metódico en la labor. Su propia disciplina le guarda de mí. Ha estado cauto y concentrado. Sus palabras ha sido medidas, las necesarias.
En el camino de regreso he intentado forzarle, “esta noche escribiré a mamá unas letras, padre, ¿si quieres que le cuente algo .... Pero su silencio resulta tan doloroso que casi me arrepiento de habérselo mencionado.
La cena humea. Debo levantarme. Mi obsesión es tal, que el mas nimio suceso, el mas leve detalle, me hace pensar en la posibilidad de que lo utilice para perfeccionar su puesta en escena: no puedo consentir que prospere la imagen de viejo decrépito que ni para retirar el puchero del fuego tiene fuerza; aunque reconozco que a veces me asalta la duda de cuánta verdad habrá en ella.
Cuando floreaba la hierba, tú todavía estabas aquí. Era distinto, aunque ya empiezo a olvidar.
Bamboleaba los hombros de izquierda a derecha, y de atrás hacia delante cuando se te acercaba al sol, muy ufano y gallito él, casi como un chulo mafioso. El tiempo nos alegraba, y aunque también entonces llovía, la lluvia era distinta. Venía repleta de sol. Parecía que siempre eran luminosos los amaneceres, y las noches intensas y estrelladas; borrachas de aroma de jazmín.
Te soltabas el moño dejando caer esa enorme coleta cana que tanto nos gusta,
parece que siempre hayas tenido el pelo blanco; y sujetando los ganchitos con los dientes, deslizabas sobre su regazo, picarona, la horquilla de hueso beige, a modo de deshonesta proposición. El te contestaba con una mirada entre complacida y aburrida, y regresaba a la lectura del diario, girando de cuando en cuando los ojos hacia ti con una mueca cómica de desconfianza.
Ahora ya no mira, ya no me mira. En multitud de ocasiones trato de escudriñar sobre mis lentes sus secretos. Veo que levanta la cabeza e intenta observarme, afrontar la habitación cara a cara, y no puede. Se enclaustra tras ese velo que se ha formado entre nosotros, y desaparece.
Camino sola por el pueblo, no me acompaña. Las mujeres no murmuran sobre lo vuestro, es agua pasada. Las mujeres acechan en sus madrigueras en busca de carnaza. Ya las conoces. Vigilan en silencio desde hace toda una eternidad. Se aburren en silencio; viven y mueren en silencio. Transitan a través de nosotros con el ceño duro de su ignorancia; testigos inocentes de lo que te pasa a ti, a mi, a padre...
Esas mujeres tras las cortinas ya no murmuran de vosotros. Cuando te fuiste sí. Al montar en el coche ayudada por Sara y Cosme, mas bien parecía que te llevaban al camposanto que no a vivir con ellos. Se las veía ensimismadas sí: padre aquí, tú tan lejos.
Pero son mujeres buenas. No se las puede pedir mas. Al fin y a la postre actúan como se espera de ellas; como generación tras generación las hemos educado minuciosamente.
Antes siempre andaba conmigo. En las mañanas caminábamos ligeros por el empedrado. Tomábamos el sendero y, cruzando el puente, salíamos a la carretera. De allí al ganado apenas si un rato a paso vivo. La mañana era corta, y la vuelta mucho mas plácida que la ida. Caminábamos relajados. El trabajo mellaba ya en su cuerpo, y yo presentía su fatiga. Fumaba pitillos cortos liados al paso sobre el asfalto, y hablábamos de los avatares de la faena. Tu estabas en casa. Quizás sea eso lo mas importante del día, verte a ti luminosa, siempre luminosa, asomada a la ventana, con la cortina blanca suspensa y enredada sobre la frente como una mantilla bordada en día de fiesta.
Permaneces sentada en tu silla mecedora leyendo estas letras. De cuando en cuando golpeas impetuosamente el suelo con un pie, y te balanceas adelante y atrás. Crujen los mimbres del respaldo.
Siento que tu también recibes inmutable mis noticias. Ya no te acecha el llanto como antes. ¿Es la edad la que ha dotado de ese temple para no llorar, o es que tan hastiados están tus ojos de lágrimas?. El tampoco llora.
Me veo niña mirado sobre la almohada. Esperando los primeros albores de la mañana. A medida que la primera luz va marcando el día sobre los cristales, la pared contra la que se apoya la cama recibe poco a poco el temple de la lumbre que arde desde hace ya un buen rato al otro lado. La cama se convierte en un nido; un lugar sereno y apacible. Le oigo desayunar en la cocina y, paso a paso, gusto de reconstruir mentalmente todos sus actos: tras colocarse las botas se atusa el pelo hacia atrás sin molestarse en usar el peine, y golpea con un pie y luego con el otro, el suelo tratando de que el calzado encuentre la horma perfecta. Pasa la palma de la mano encallecida sobre las mejillas sin afeitar haciendo “ras, ras” y sorbe despacio el café y leche azucarado sentado en el borde de la mesa. Luego entra en la habitación. Sabiéndome despierta me ofrece un sorbo de su desayuno, me incorporo, bebo y vuelvo a acostarme; clava las mantas bajo el colchón arropando la sábana y desaparece quedamente cerrando la puerta tras de sí. No hay palabras por medio. Es tan intensa la relación que habrían roto el hechizo.
Mientras te cuento esto, no puedo por menos que divagar, y me vencen los recuerdos. Tengo miedo, madre, de que sean estas imágenes que acuden a mi mente el final de algo. Sara y Cosme te han llevado hace mucho tiempo ya para cuidarte mejor. Si él hubiera hecho lo mismo ..., el muy borrico ...
Temo que este invierno terrible no cederá nunca. Si cabe, cada vez sopla aire mas fuerte. Y la lluvia ..., esta maldita lluvia ...
En el patio interior todavía te queda algunas plantas rebosantes en el macetero. Alguna vez acude él y las cuida. Les quita los hierbajos y las hojas secas, remueve la tierra de los tiestos con un tenedor oxidado, y los cubre del frío todas las noches con un enorme envoltorio de plástico que trajo de no sé donde. Creo que esa es la única actividad, la única relación que le une a ti todavía.
Cosme vino temprano aquella mañana. El día nacía despacio entre una niebla sutil, blanca y roja, que parecía surgir de la tierra y el bosque. Los neumáticos del coche crepitaron suavemente al girar frente al umbral de la casa sembrado de grava, y humearon un poco al detenerse exhalando vapor.
Venía risueño. La bufanda pillada con el cuello de la chaqueta le colgaba a ambos lados, casi hasta los bolsillos. El abrigo abierto dejaba entrever una pequeña caja de dulces semioculta que sujetaba con una mano y que luego no sabría a quién regalar. Con la otra entrelazaba los dedos de Sara. Esta venía trémula. Tal vez un punto asustada, o preocupada mejor. Preguntaron por ti. Tu estabas dentro arreglándote. Un par de veces te asomaste apartando imperceptiblemente el visillo de la ventana, procurando que no advirtiéramos tu presencia, pero yo te sabía ahí, y ahora recordando, probablemente todos te sabíamos ahí, confusa y cohibida, dudando a última hora de tu decisión ya tomada.
Cuando aparecieron Cosme y Sara, padre salió a recibirles con cortesía y hasta con bastante afabilidad. Se mostró sonriente en todo momento, aunque dejó claro desde el primer instante su verdadero estado de ánimo, asomando un atisbo de tristeza en sus ojos que no dejaba lugar a dudas.
Al rato surgías por la puerta decididamente alegre. Desde el primer momento no diste opción, no me diste opción de tener tu cara entre mis manos unos pocos segundos y decirte de mi amor por ti.
Saludabas a Cosme cariñosamente, alborotándole el pelo, y a Sara, su mujer, con un beso sincero en la mejilla. Tardé un segundo en meter la maleta en el automóvil; fue el tiempo suficiente para decir adiós a padre. Le hubieras quitado la boina casi bruscamente, de un manotazo, y tus dedos se habrían deslizado sobre su cabeza con dulzura, tratando de peinar su calva, pero él, casi adivinándolo, se la caló con fuerza y dirigió sus pasos al interior de la casa. Tu mirada fue tras él, comprensiva, hasta que se ocultó, y recogiéndote el vuelo del abrigo sobre el vientre, subiste al coche que te aguardaba.
Es tiempo de despedidas para todos nosotros, madre.
Junto al quicio de la ventana ha buscado cobijo un gorrión empapado que procura arreglar el manojo de plumas lacias y desatendidas, que le cubren sin mucho arte, que le hacen tiritar.
“¡Chito!”, digo elevando la voz. El gorrión mira, interrumpido, a través de la luz y levanta el vuelo frenético hacia la negrura, rociando en su fuga los cristales ya húmedos, con nuevas gotas mas puras y brillantes, si cabe, que las que antes perlaban allí.
Le siento morir madre, te digo. Padre está mirando a la luz del otro lado del cristal y, como al gorrión, no le gusta lo que contempla. O ya lo tiene todo visto, no sé.
Humea el último leño en el hogar, requemándose cada vez mas. El fuego se ha avivado un momento con un soplo de aire que se ha colado entre el tiro de la chimenea, y que ha supuesto su fin.
Comienza a enfriarse la estancia y es tarde para revivir la llama. Apago la lamparita eléctrica, y le dejo allí, sobre la trébede, inmóvil como siempre.
“Hasta mañana, padre”, me despido casi suplicante de una palabra.
“Adiós”, musita entre dientes. He preferido hacerme la huidiza y no he vuelto la cabeza. Los músculos del cuello se me han agarrotado en pugna por volverme hacia él, pero no he tenido valor.
Dejo la puerta entornada tras de mí, como una disculpa, y por miedo a hacer ruido si la cierro.
jueves, 28 de octubre de 2010
El capullo del retrovisor
Pues que quereis que os diga. Opino que la carretera, el íntimo acto de la conducción de un coche, resulta para mí la foto mas feaciente de todo lo malo que el ser humano lleva en sí. No hacen falta grandes catrástofes, guerras ni violaciones en masa, para demostrarme cada día que dentro de cada uno de nosotros –me incluyo, por supuesto- hay mucha bilis y mala baba que, simplemente está mal canalizada (quiero pensar así).
Creo que los años, a parte de canas y arrugas, me han dado un buen poso de cordura, que extrapolado al volante, hace que sea un tipo pausado y pacífico en el asfalto. Sin embargo sigue ahí mi mala leche. Y mas cuando veo esas pequeñas injusticias que ocurren delante de uno a cada momento: el personaje que te adelanta por la izquierda para inmediatamente girar en la primera salida a la derecha; el tipo que es mas listo que nadie y se salta el semáfor en rojo, aunque él jurará por sus muertos que estaba en ambar; y sobre todo el capullo del retrovisor.
Llegado a este punto debo sentenciar que esto que pretendía ser un humilde artículo de opinión, pasa a ser desde este instante en una carta. Al capullo, claro.
Pues sí, colega. Alguna vez casi llegas a engañarme, y pienso si no estaré falto de reflejos y llego a resultar ser un obstáculo en la carretera. Pero no; no me la pegas; porque siempre es igual. Si hay un ochenta y yo voy a noventa, tú, que eres la hostia, vas a cien. Si hay un ciento veinte, y yo voy a cientotreinta, tu vas a cientocuarenta, porque sigues siendo la hostia.
Hasta ahí lo aguanto bien: llegas, me pasas y sigues. Todo correcto. Pero cuando no me puedes pasar ....; ay amigo!, eso ya es un problema; porque claro, como eres la hostia, te pegas al culo de mi coche achuchándome para que corra más. Supongo que sería inútil decirte que no sirve de nada el ir como vas, que delante mío hay otros tres mil que van a seguir frenándote. Así que me limito a aguantar el tirón lo mejor que puedo, buscando como alma en pena un sitio donde escabullirme y dejarte pasar, porque sé que si me tocas nos vamos a hacer mucho daño.
Y no puedo evitar pensar, qué le vamos a hacer, que lo mejor sería que te estamparas de una vez por todas contra un árbol, pero tú solo. Aunque este pensamiento tan negativo no lo digo en voz alta porque hace feo de cara a la galería. Aunque, creeme, sí que lo pienso.
lunes, 25 de octubre de 2010
El miliciano
El miliciano golpeó la puerta de la vivienda con saña haciendo saber a los del interior que estaba allí, que estaba enfadado, y que no admitía demoras en ser atendido. Golpeó con furia repetida con la culata del fusil hasta que la puerta fue abierta por el cabeza de familia. El miliciano se abalanzó sobre él asiéndole la pechera con una mano y zarandeándolo de tal modo que el desconcertado morador, con una expresión de pánico instalada en el rostro que lo resumía todo, se vino al suelo con tan mala fortuna que se golpeó la frente contra el quicio de la puerta haciéndose una brecha por la que comenzó a botarle sangre abundantemente.
El asaltante, lejos de amilanarse, la emprendió a patadas con el infortunado, y lo sacó de la casa a golpes fusil. Unos minutos mas tarde estaba frente a la pared que delimitaba el huerto de su propiedad con la de un vecino, y, sin terciar palabra, el miliciano montó el arma, se la echó a la cara y le descerrajó un tiro en la cabeza que convirtió al pobre hombre en cadáver.
Foto de Robert Capa. 1936 |
Hoy, setenta años después, un grupo de personas se afana con azadillas y cepillos en el interior de una zanja abierta por ellos mismos. Limpian con esmero algunos restos óseos que se muestran entre la tierra seca. Junto a ellos, en un nivel superior, tras unas vallas que delimitan la zona de trabajo, hay media docena de ancianos que miran con curiosidad las labores en el agujero; alguno se sabe descendiente de los restos recién desenterrados; y sospecha que entre los que miran, los hay que son del verdugo.
Por fin la guerra se está terminando.
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